La potencialidad del ser
Existe en cada uno de nosotros una gama variada de dones que en general no asumimos y quedan latentes sin desarrollarse plenamente.
Son como semillas que no florecen ni fructifican. Y constituyen netamente la herramienta básica de todo lo que contribuye al despliegue evolutivo de nuestro ser en el contexto de la especie humana, en un planeta primordialmente acuático y en un universo inequívocamente solar.
Al mismo tiempo, está comprobado que un amplio repertorio de afecciones, trastornos y padecimientos humanos surgen de una incorrecta disposición de nuestras energías, tiempo y oportunidades de realización y plenitud. Esto no depende de doctrinas, esquemas o ideologías específicas a las que debamos ajustarnos a fin de justificar nuestra presencia en el mundo. La posibilidad de existir con intensidad y de asumir nuestros potenciales naturales está al alcance de todos, pero pocos son los que se embarcan en esta travesía reveladora, distraídos por los “ruidos” de la sociedad de consumo, o abrumados por el complejo quehacer cotidiano para “ganarse el pan de cada día”.
La Organización Mundial de la Salud ofrece esta definición, que consideramos materialista e incompleta: “Salud es el logro del máximo nivel de bienestar físico, mental y social y de la capacidad de funcionamiento que permiten los factores sociales en los que viven inmersos el individuo y la colectividad.”
No podemos reducir la vida humana apenas a los aspectos meramente biológicos y sociales de nuestra cultura. En el ser humano, la existencia biológica y psicológica se encuentra dotada de inteligencia, imaginación y ternura: eso es la espiritualidad. La vida humana no consiste en un hecho exclusivamente biológico: es una complejidad bio-psico-espiritual. Vivir humanamente no es apenas lograr mantener una vida biológica estable, reproducirse, y alcanzar cierto grado de bienestar propicio para tales fines. De modo igual o más importante, es realizar al máximo nuestro potencial sagrado.
No somos entidades de carne y hueso que ocasionalmente tienen experiencias espirituales: somos criaturas espirituales que evolucionamos en el seno de experiencias materiales. Pero por su naturaleza intangible y por deformación colectiva, lo “espiritual” se presta a fantasías de todo tipo que poco contribuyen a lo que en verdad han tratado de comunicarnos todos los grandes maestros de la humanidad.
¿De qué se trata? Pues que somos parte de un campo de energía suprema que sólo nos requiere fluir sin restricciones a fin de expresar en nuestro ser el himno de la creación. Meditar es un acto liberador donde la mente contempla su trascendencia vital en la realidad espiritual del ser humano, para disfrutar sin límites.